lunes, 24 de marzo de 2008

Cuéntame

Salgo al jardín y veo el cielo nocturno. Miles de estrellas titilan allá arriba, como si charlaran las unas con las otras. La luna regente brilla tenuamente, como si fuera una tímida damisela que se ruboriza cuando le dirigen la mirada.


Me siento bajo el árbol de marañón entre cuyas ramas se escurren los imperceptibles rayos de la luna, como queriendo jugar con las tiernas hojas, mientras las estrellas siguen en su conversa eterna.


Miro fijamente a la luna, esa que otras veces me ha embrujado con su encanto, que me ha bañado con sus rayos de plata, pero que ahora parece estar quieta y queda.


Me pregunto si tu estás viendo esta misma luna y si ella está conversando contigo, contándote cuentos milenarios, de esos que nunca acaban pero que te embelesan palabra tras palabra.


¿Estarás hablando con ella? ¿Estás dentro de ese mundo que no conoce el tiempo ni el espacio?

Por un momento mi mente es cruzada por un pensamiento de locura: ¿Y si la luna fuera nuestro puente de comunicación? Me imagino hablándote a través de ella, haciendo que mi voz te alcanzara, allá, del otro lado donde tu estás y donde yo no puedo llegar, y así pedirte que me cuentes ese cuento que la luna ya te ha dejado saber, ese que sólo te pertenece a ti y que nunca lo has contado. Esa historia milenaria que tan celosamente guarda la luna pero que te lo ha confiado a ti, su eterno acompañante, esa historia que te ha conferido el aire misterioso de la luna misma.


Y yo me quedaría por horas escuchándote, sin moverme y conteniendo el aliento, viajando de tu mano a países maravillosos, a paisajes desconocidos, encontrándome con personajes encantados y percibiendo fragancias jamás conocidas.


Te escucharía atentamente, bebiendo ávidamente cada una de las palabras que salieran de tus labios soñadores, conociendo ese mundo secreto al que perteneces. Pero sobre todo, lo que más me emocionaría es el irte conociendo poco a poco... sin prisas, sin miedos...


Una nube oculta momentáneamente a la reina de la noche y me hace volver a mi realida: esa en la que no te puedo alcanzar para conversar.


Pero la pregunta ronda en mi mente mientras regreso a mi habitación: ¿Me cuentas ese cuento, por favor?

1 comentario:

Raf dijo...

A veces la luna es la mensajera de la noche. Lo hace en silencio, no queriendo dañar con su partida o sus palabras ningún pacto. Todo es posible. Las complejidades de la vida, pueden pasar inadvertidas a la plena luz de ella; la luz de la luna que da las letras más fáciles, las risas más francas, las justas palabras, la conversación más fluida que permita un lugar al cuento y a las imágenes que llora aquel, movido quizás por las ganas de imaginar que sonríes cuando tu cuento se cumpla… sólo hay que soñar y anhelar…

Espero que te lo cuente pronto, Karli…

Abrazos…