viernes, 22 de febrero de 2008

No soy Cenicienta

Observo cuidadosamente mis zapatos: cuero negro en forma de botines, no grandes pero tampoco pequeños, el tamaño normal para una mujer.


Luego veo mis manos: cuidadas, suaves, dedos largos y delgados, manos que no conocen el trajín diario de un hogar, que acarician un teclado y sostienen un lapicero al trabajar.


Mis ropas no están llenas de hollín, ni mucho menos están remendadas. No es el último grito de la moda pero tampoco es anticuada. Para mí es práctica y funcional.


Y hago el recuento:


No tengo zapatillas finas de cristal, no tengo manos acostumbradas a fregar, no tengo ropas de criada desahuciada por una madrastra cruel.


¿Será por eso que no tengo a un príncipe que me quiera llevar a vivir a su castillo?


¿Será por esas carencias que no hay nadie a mi alrededor que venga en un corcel blanco a pleno galope?


¿Será por eso que estoy sola?


No lo sé… ¿acaso importa?


No soy Cenicienta y nunca lo seré, luego deshecho la idea: los cuentos de hadas sólo son eso: cuentos, no realidad.


Así que no cambio mis botines que me llevan al camino que yo seleccioné por unas zapatillas de cristal que se pueden quebrar al primer paso que de.


No cambio mis manos suaves y delicadas que me sirven de instrumento para escribir lo que mi corazón le dicta por unas manos que no saben más que lavar.


No intercambio mis ropas por una par de trapos sucios de hollín.


Me quedo como yo soy, no quiero ser Cenicienta a pesar del Príncipe y del blanco corcel.

1 comentario:

Raf dijo...

No eres Cenicienta… eres Princesa, ¿lo sabias…?
Talvez por ti vuelan las cometas en los cielos de los tiempos. Una tierra de almendras y turrones donde tus manos de recogen copos de nieve para volver a sembrar las tierras de de bellas flores, viendo las brotar después del deshielo…

No estés triste, trata de trazar una sonrisa en los labios…