miércoles, 9 de abril de 2008

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Durante el día la desilusión se me hace pequeña, casi ni pienso en eso... las actividades me absorben y no tengo tiempo de pensarte.
A veces las ganas de encontrarme contigo crecen hasta sentir que no puedo respirar y que mis manos están prontas a buscar tu camino. Cuando eso sucede, conscientemente me detengo y cambio el curso de mi pensamiento, me involucro aún más en mis tareas pendientes y hasta me invento otras, todo con tal de ahuyentarte de mi mente.
Pero al caer la noche, estando sola en mi habitación, es cuando no tengo escapatoria y las lágrimas vuelven a mi, esas que me he tragado durante el día y que ahora ya no se dejan ignorar.
Y me duele, me duele tanto que a veces es como si el mismo dolor me deja anestesiada y sin ganas de seguir, me deja vencida, agotada y con un profundo hueco donde antes estuvo un corazón palpitante...

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