Por ahí escucho una vocecita suave y tímida que me pide que escriba... pero ¿qué podría escribir?
¿Mi angustia? ¿Mi desilusión? ¿La muerte de mi corazón? ¿Mi llanto?
¡No! No puedo escribir sobre eso, esa vocecita no se lo merece.
Merece llenar sus pupilas de alegría, de amaneceres sin fin, de noches estrelladas, de flores que esparcen su aroma...
Merece que se le hable de amores fuertes, de almas que se encuentran, de arcoiris iridiscentes, de soles que no dejan de brillar...
Merece que se le arruye con cuentos de princesas y príncipes azules, de hadas que conceden deseos, de unicornios jugando en un ocaso lila...
Y yo no puedo hurdir con hilos de plata esos relatos, porque ese carrete de plata me lo destruyeron y mis manos se han quedado desnudas sin poder hilar ni una tan sola alegría...
Lo lamento vocecita dulce y suave, mis oscuros relatos no son para que tu los leas. Lo siento vocecita cristalina y alegre, pero sólo haría que tu sonrisa se desdibujara y eso nunca me lo perdonaría.
Por eso no escribo, por eso no puedo complacer tu deseo... Algún día regresaré y escribiré de la alegría que ahora se me ha esfumado. Lo prometo... pero por ahora no puedo.
(Pensando en el requirimiento de mi amigo Lucasz...)
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