De pequeña mi madre
cuenta de como no me
quería separar de mi
refugio en sus brazos...
Crecí y, aunque ya no
busco sus brazos,
no querer estar entre
mucha gente...
Hay días que esto se
vuelve más presente,
en que la risa no me
alcanza para nada,
en que la voz se esconde
en mis cuerdas vocales,
en que el mundo externo
se me vuelve hostil
o quizás es mi ser interior
el hosco...
Es entonces que me refugio
en mi conchita, que asomo
mi cabeza sólo por necesidad,
en que dejo que las lágrimas
corran con libertad por mis mejillas,
mientras me repongo,
mientras vuelve a la vida
mi sonrisa y mi voz...