martes, 17 de abril de 2012

Silbando en silencio


Llueve sobre San Salvador, gracioso porque estamos en abril y se supone que en este mes no llueve. Mayo es el mes de las lluvias. Pero como todo en la vida, parece que el clima no sigue las lógicas de antaño, sino que se inventa nuevas formas para interactuar en el planeta.

Llueve y el ambiente se torna más frío, tanto que necesito usar mi sweater. Y calcetines: mis pies necesitan calentarse también. Cierro las ventanas y trato de no ver las gotas de agua deslizándose en una danza sin fin. Prefiero pensar que abril es de calor, no de frío.

Tengo mucho que hacer, no me puedo quejar por no tener actividades que me mantengan ocupada... más bien necesito que me abstraigan de este carrusel que parece girar sin ningún sentido, o por lo menos que ya se me ha hecho cansado.

Pero hoy, quizás por la lluvia... no, no es la lluvia: es el recuerdo que se complace en mostrarme diapositivas del pasado.

Entonces empiezo nuevamente:
Pero hoy, el recuerdo me ha llevado por muchas sendas con un sólo fin: encontrarte. No sé porque te relaciono con la lluvia. No por el frío, ni mucho menos por que se le puede cataogar de triste. No, es simplemente que cuando llueve me acuerdo de ti, sin pensarlo, sin saber como te instalas en mi mente. Y me haces compañía aún si saberlo. ¿O te darás cuenta que una parte de ti se viene para acá? a lo mejor la luna te cuenta que el sol le comentó que te vio sentado a la par mía. O quizás es la luna misma la que te ha visto por estas tierras.

No sé. Lo único real es que llueve en San Salvador y se me hace imposible no traerte a mi propia realidad, para que así "no tiriten de frío los sueños de cada canción".

Y mientras termina la lluvia, la acompaño silbando en silencio esperando que alguna vez decidas pasar a saludar, aún si no hay lluvia de por medio...

miércoles, 11 de abril de 2012

Apareces de pronto,
sin previo aviso,
como si caminaras de
puntillas para que no
te escuchara llegar.
Unas cuantas palabras
hicieron su cometido,
te trajeron sin permiso
a mi conciencia y contigo
los recuerdos zurcidos
del tiempo antiguo.
Y no sé si los quiero
de regreso interrumpiendo
mis amaneceres tranquilos,
trayendo palabras que no tuvieron
asidero real alguno...
Y aún con la reticencia
con la que se arma
mi cerebro,
el corazón me hace una
jugarreta, pero con plena
convicción de saber
que nada es cierto...